lunes, 18 de noviembre de 2013

Acerca del hembrismo y otros delirios






Yo no soy muy de verdades absolutas, ni de axiomas ni de dogmas inmutables.
Está claro que sé algunas cosas, pero son todas como yo: circunstanciales, coyunturales,
y en el mejor de los casos morirán conmigo, de manera que no puedo ofreceros una respuesta universal y válida ni prometer que no voy a pringarlo todo con mi enfoque, (que algunos tacharán de muchas cosas).


Además esto no es un panfleto, ni una llamada a la oración.
No pretendo convencer a nadie de nada puesto que va dirigido a un grupo reducido y estrictamente hermético: los que ya están convencidos.


Los que saben de dónde vienen, qué lugar ocupan dentro de todo este tinglado y han pensando alguna alternativa que rompa con los engranajes.
Los y las compañeras de lucha. De tú a tú, a pie de calle.


La vieja y la nueva izquierda. La nueva, sobre todo la nueva, mi generación.
Los míos: con los que he salido a pegar carteles, a correr en manifestaciones, a tocar en okupas, a dormir en la universidad y en los parques.
Y las mías: las que siempre o nunca me dan la razón aunque no sepan muy bien de qué hablo.


Son sólo unos apuntes, una aclaración, un “hasta el coño”.


Verán:
Supongo que ustedes, todos ustedes, los míos, todos eruditos y estudiados,
entenderán como legítimo que un colectivo (o sector de la población) que es brutalmente oprimido y represaliado por el Estado, aplique cierta resistencia y/o en el más digno de los casos se subleve contra dicho Estado.


Partimos de esa base y de que la violencia aplicada en ambos casos no es ni siquiera comparable, en tanto que en un caso podríamos considerarlo autodefensa, mientras que en el otro caso se dispone de la violencia legítima, de la impunidad y de todos los medios para acabar con el contrario.
(Esto no lo digo yo, lo dicen muchos autores, hasta el Locke éste que os gusta tanto...)


Bien, siguiendo con el ejemplo que os pongo:
Si aparecen unos activistas prendiendo contenedores, haciendo barricadas y tirando piedras ya sabemos que al día siguiente prácticamente todos los medios de comunicación de esté país, desde los más derechistas hasta los más progres, van a tardar poco en condenar la violencia y hablarnos de terroristas radicales.


Y esto ocurre porque el discurso neoliberal hegemónico,
que sigue creyendo en la igualdad de oportunidades, la mano invisible y todas esas chorradas,
no condena la violencia total y persistente que aplica el Estado contra las clases desfavorecidas pero sí la que aplican unos jóvenes furiosos contra el mobiliario público.
Muy lógico todo, si...


Hasta el momento no estoy contando nada que no sepáis, esto está a la orden del día y seguro que se os ocurren mil ejemplos que lo corroboran.






Sin embargo, si entendemos la cuestión como una relación oprimido – opresor en la que las fuerzas son desiguales y la trasladamos a la perspectiva de género, veremos que las cosas no están tan claras.


CASO B:


Vivimos en una sociedad machista que aplica una violencia y un control constante y total sobre un colectivo que supone aproximadamente la mitad de la población.


Esta violencia queda manifiesta en todos los medios de producción de la cultura (cine, música, literatura, publicidad..), de socialización (familia, escuela, grupos de iguales), y se encuentra implícitamente arraigada en el pensamiento social desde sus formas más sutiles hasta las más agresivas.


Yo, haciendo esta clasificación de manera totalmente personal, entiendo por formas sutiles de violencia machista el acoso callejero, la intimidación, la anulación, la burla, la publicidad sexista,
los consejos paternalistas que te incitan a vivir con miedo, la perpetuación de los tópicos y un largo ect. Estas actitudes son comúnmente denominadas como micromachismos.


La lista de las formas agresivas de violencia desgraciadamente no es más breve.
Éstas pasan por los golpes, las violaciones, las desapariciones, el tráfico sexual o hasta los asesinatos, que sólo en nuestro país ya son más de cincuenta casos en lo que va de año.


Dicho esto, y volviendo a la cuestión inicial, podemos deducir que ante la presión que ejerce la parte opresora (que no son los hombres, sino la propia estructura patriarcal del sistema), la resistencia y la respuesta que ofrece la parte oprimida, las mujeres, es prácticamente inexistente en términos comparados.


Hay organizaciones feministas importantes, está claro. Y hasta dentro de los ámbitos institucionales se está promoviendo una falsa igualdad a golpe de decretazo.


Sin embargo la solidaridad, la comprensión y el apoyo mutuo entre las mujeres es bastante escaso por no hablar de la poca percepción que se tiene del problema.


Además, dentro de los movimientos sociales, colectivos y organizaciones que luchan por cambiar el sistema, tampoco existe una fuerte conciencia feminista que otorgue importancia a la cuestión y pretenda remediar la desigualdad existente entre las relaciones de género.
Es más , los comportamientos machistas se siguen produciendo dentro de su seno y los mismos que reivindican el fin de la explotación y la sumisión de la clase proletaria, en algunos casos, son los opresores de sus propias compañeras.


Llegados a este punto, la conclusión es clara: Lo tenemos jodido.


Los que buscan la igualdad fáctica de oportunidades entre hombres y mujeres, y una forma más limpia, justa y respetuosa para su convivencia, lo tienen jodido.


La cosa está difícil para las (y los) feministas .


(Y si a estas alturas alguien no se ha enterado aún de lo que significa el feminismo que lo busque en la Wikipedia)


Bien, pues a las dificultades a las que se enfrentan ya de entrada, hay que sumarle los reproches y censura de los propios compañeros, el silencio de las instituciones y la pasividad de la sociedad.


En este conflicto, seguimos teniendo una fuerza opresora contra una parte oprimida.
Pero si la parte oprimida muestra cierta resistencia y responde con algo de rotundidad será rápidamente condenada por la opinión pública y tachada de radical, violenta, odia-hombres, hembrista, feminazi y demás delirios.


Además en este caso no sólo son los medios oficiales los que criminalizan y atacan la acción sin tener en cuenta el contexto ni las razones por las que se produjo, si no que se trata de la opinión general: está en la derecha pero también en la izquierda, está en los hombres pero también en las mujeres, en mis propias amigas, en mi círculo de hermanos y ya resulta bastante frustrante.


No pretendo conmover ni estigmatizar a nadie, ya dije al principio que esto sólo es una aclaración.


EL HEMBRISMO NO EXISTE. Punto. No existe.
¡Ala! Ya lo he dicho.


No existe ninguna teoría que pretenda institucionalizar una relación de superioridad de la mujer frente al hombre.
No hay ningún riesgo de violencia fáctica de las mujeres contra los hombres ni ningún plan clandestino de esterilización masiva, tranquilos.
Sólo hay frases sueltas sacadas de contexto y en cualquier caso una respuesta mínimamente agresiva ante la violencia cotidiana que aplica la parte opresora.
El término feminazi ya directamente me hace pendular entre la risa y las ganas de morirme.


Esto, reitero, no es una cuestión de mujeres contra hombres. El machismo también perjudica a los hombres en tanto que de igual modo les dicta unos roles y les obliga a cumplir unas expectativas impuestas.
Por ejemplo el típico tópico de que los hombres no han de llorar, ni mostrar miedo, debilidad u otras actitudes catalogadas públicamente como femeninas o poco varoniles.
No sé, a mí me tocaría los cojones cargar con eso.


Así que, compañeros, todos eruditos y estudiados:


Dejen de hacerle el juego al discurso dominante y dejen de señalar y criminalizar, que parecen ustedes el ABC.


No se pongan a la defensiva.
No hablen de hembrismo, hablen de feminismo.
Pero hablen de FEMINISMO con conocimiento de causa, con libros, con citas y con nombres.


Ya de paso,
dejen de decirnos que protestemos con mesura, en bajito,
guárdense los consejos paternalistas y el “no vayan solas por la noche”.


Estamos dispuestas a correr el riesgo.
Hemos venido para quedarnos.


Y si alguna vez negociamos un mundo nuevo,
queremos café para todos y todas,

que ya van muchos siglos fregando las tazas.

4 comentarios:

  1. Estoy deacuerdo en todos y cada uno de los puntos que tocas.
    El termino feminazi en concreto lo veo mucho y me parece de lo mas vulgar, la forma más facil y burda para deslegitimar la opinión de una mujer por declarar abiertamente que la sociedad no es igualitaria.
    Cuando dicen que se ha avanzado mucho, que la sociedad ya es igual para hombres y mujeres me da la risa, y creo que es porque tenemos tan interiorizado los roles que "debemos" tomar, que parece que estamos en la situación ideal.
    Yo como hombre me he sentido discriminado por comportarme "como mujer".
    He escuchado de parte de amigos mios (todos progresistas además), criticas por reflejar mis sentimientos publicamente, por pasar tarde hablando de nada con amigas, por llorar o por expresar abiertamente como me sentia.
    He necesitado abrazos, he necesitado besos y al pedirlos he visto sus caras de incomodidad.
    No creo poder aportar nada más a lo que tu ya has dicho, simplemente decir que hay que acabar con la sociedad de hombres y mujeres y empezar a luchar por una sociedad de personas y de personalidades diferentes no regidas por el sexo.
    He conocido a mujeres "tios" y me considero un hombre "tia", y la verdad, me encanta.

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  2. Por supuesto que el hembrimo existe. Yo me considero feminista, ya que defiendo la igualdad e derechos y oportuniades, pero hay leyes hembristas que no aplican la igualdad, por tanto son hembritas. No conozco ni una ley machista. Describes un mundo en el que yo no he vivido. En mi generación es mucho mejor ser mujer que hombre, y por algo hay triple de hombres suicidados que mujeres. Hay hombre malos y mujeresmalas, y hombres buenos y mujeres buenas. todos somos personas. Pretendéis luchar contra el machismo con hembrismo, y eso crea injusticias que auqnue tengamos todo en contra, los que defendemos la igualdad vamos a luchar por defenderla. Saludos. Y si realmente quieres debatir en serio con argumentos, aquí estoy cuando quieras.

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