lunes, 24 de febrero de 2014

Segunda Teogonía

El mundo no está preparado para que tú y yo
converjamos.

Ya sabes, las cosas son
como son, y están
donde deben estar.
Y luchar contra esto,
desafiar las leyes,
creerse un dios y manipular
nuestro miserable
destino de humanos,
está penado con la dureza máxima:
el castigo eterno.

En el mejor de los casos,
pasarás el resto de tu vida
convertido en araña o saltamones,
o, en Narciso si les pillas de humor.

En el peor,
te llamarán Lucifer
y te atribuirán todos los males
que se han cernido
y se cernirán
sobre el hombre
hasta el fin de los tiempos.
Angel caído, rodilla en tierra.

El mundo no está preparado.
Los dioses no están preparados
y por eso conjuran represalias
y articulan mecanismos
y distancias suficientes,
elaboran logaritmos
y fórmulas ambientales
para que,
en la misma medida que el agua
y el fuego,
nos hicieran
mutuamente excluyentes
e incompatibles.

Muy listos.
Muy inteligentes los dioses.

Hicieron caso
a las remotas profecías
de otros siglos,
que auguraban el nacimiento
del nuevo Prometeo
y la nueva Pandora,
la nueva insurrección de los Dalitas,
en pleno año dos
después del fin del mundo
según los mayas.

Ellos sabían desde el principio.

Ellos sabían
que si tu estrategia napoleónica
y mis bailes de Dalila,
llegaran a aliarse,
temblarían los cimientos del Olimpo,
engendraríamos un poder creador
a la altura de Atón,
daríamos lugar a la segunda teogonía,
a la décima cruzada,
al desguace de todos
los conceptos inventados
por la geopolítica y la catequésis.

(Ya estoy viendo
a Santa Teresa arrodillarse,
asumir el fracaso)

Piénsalo.

Te estoy hablando de un poder
capaz de restaurar la Pangea,
un poder capaz de conciliar
a Gea con Urano,
y de asesinar a Cronos.
De asesinar por fin,
definitivamente
a ese hijoputa.

Ellos lo sabían desde el principio.
Sabían que si tu ira de Laoconte,
mis formas de amazona,
y mi lengua viperina,
llegaran a encontrarse,
cabría una ínfima posibilidad
de su derrota,
que el mismísimo Ovidio
volvería de la tumba
para contar nuestra historia.

Sabían, que si tú y yo,
si tu y yo, como conjunto,
haríamos quebrar la bolsa americana
y el petrodóllar.
Y ESO SI QUE NO.

Por eso se inventaron
las fronteras y las lenguas,
y las horas y los siglos
y pusieron faraones
que nos gobernaran
y se encargaran de evitar
el desastre,
de que algún día,
por algún casual,
coincidieramos tú y yo.
Para que nunca tú y yo,
como conjunto,
para eso.

No me mires así.
Yo no lo inventé.
Esto ya estaba inventado.
Ya funcionaba así
cuando yo vine.

Y sin embargo,
aún existe una ínfima posibilidad
de hacer estallar el parnaso,
de hacerles la guerra a los dioses,
la segunda teogonía
y que pierdan.
Que pierdan estrepitosamente.

Piénsalo.

Podríamos hacerlo.
Ya lo creo que podríamos.

Aunque nos juguemos el castigo eterno,
y aunque el mundo, todavía,
no esté preparado.

lunes, 10 de febrero de 2014

Cospedales






Te vas y me aparecen Cospedales.
En serio.

Miles de ellas esparcidas por toda la ciudad,
bien repeinaditas, con falda por la rodilla
y pendientes de perla.

Y me tiro cosa de un mes
escribiendo mierda insustancial en diferido,
en forma, efectivamente de simulación
o de lo que hubiera sido en diferido,
en forma, de noticia pasajera,
de anécdota, de suceso,
de lista de la compra
y de prospecto.
En serio.

Te vas y me aparecen Gallardones
con la mueca inquisidora
y el discurso de mi abuela,
persiguiéndome los gestos,
los derechos y las metas,
señalando con el dedo
y escupiéndome por puta.

Y mientras todo esto pasa, mi amor..
mientras todo esto pasa
Rouco Varela se frota las manos.
Se frota las manos y otra cosa.

Gallardones y Roucos Varelas
se me aparecen, ¿Te lo puedes creer?
En serio, desde el púlpito,
con oscuras sotanas y cuernos y rabos,
frotándose las manos y ya sabes...
Mirándome como si fuera la eva
más impura por los siglos
de los siglos,
la Magdalena no arrepentida,
la Hipatia de Alejandría,
la Juana de Arco o la Mónica Lewinsky.

Y me parece que por todas ellas
me condenan y me parece que es justo.
Y voy a la hoguera con pasito pequeño.
Así todas las noches.

Te vas y me aparecen Montoros
y otros tipos de torturas,
y reformas laborales
y nuevas esclavitudes
y medidas necesarias
para los tiempos futuros,
que se auguran, como poco,
peores, mi amor, peores.

Te vas y toque de queda,
y ley mordaza, y nueva censura,
y me preocupa.
Me preocupa que cuando vuelvas
ya esté prohibido ser yo
y no quede ni la mitad de lo que fuera,
cuando tú estabas.

Me preocupa
que ocupen la ciudad las tropas
de Cifuentes,
y de Cospedales,
todas bien repeinaditas
con falda por la rodilla
y sus pendientes de perla.

En serio.
Y esto es lo que pasa siempre,
absolutamente todas
y cada una
de las veces
que te vas.