domingo, 25 de mayo de 2014

Todo lo demás, no.

Que sí, que todo eso es verdad.

Que portamos estandartes incendiarios
y discursos agresivos
y consignas de venganza
que dicen
muy poco de nosotros,
y que a veces da miedo pensarlo,
que vamos por ahí
con el ceño fruncido
y de nada nos sirve.

Que increpamos
y discrepamos de todo
cuanto se conoce,
por más lógica matemática
que me cuentes,
por más sentido común
que me vendas,
que no se consigue nada
por esas sendas que auguramos
día tras día cuando la desidia
nos infla la panza.

Que no reconocemos
autoridad ninguna
y sembramos la polémica
y todo es política
y qué pesados os ponéis con eso
y Ana hija, qué poco sabes de la vida.

Todo eso es verdad.

Que no hemos trabajado
ni un sólo día.
Lo dices como si fuera el progreso.

Lo dices como si por eso
nuestra palabra valiera la mitad
y tuviéramos que demostrar que
somos dignos del pan que comemos.

Que en qué me baso,
que la vida es así y asao
y que lo que inventamos no tiene
ni pies ni cabeza,
que los libros son muy bonitos
pero son libros
y que Ana hija,
cuándo bajarás a la tierra.

Que te crees Don-Quijota
y vas por ahí combatiendo gigantes
cuando aquí fuera sólo quedan
las ruinas de Bankia.

Todo eso es verdad.

Porque cada vez son menos
los momentos de lucidez pero todavía
los tengo.
Y también tengo altos conocimientos
en geopolítica y me sé todo el cuento,
a ver si ahora os creéis que habéis descubierto América,
que donde manda capitán no manda marinero
y todo eso.

Somos jóvenes pero no somos idiotas.

Y puede que parezca un poco de idiota
este proyecto que me encomiendo,
lo de ir por ahí huesudamente,
paupérrimamente a lomos de Rocinante
combatiendo a magnates que son peor
que cien gigantes,
que mil gigantes,
de los de antes,
de los que molaban.

Estamos luchando contra un invisible.
Estamos luchando en cada flanco,
contra todos, contra nosotros mismos
porque todo es política y qué pesados os ponéis
con el temita.

Que cualquiera nos parece
un enemigo potencial
en un entorno hostil que
nos excluye,
nos ningunea la palabra
y nos aburre.
Nos aburre mucho,
eso es lo peor.

Y por eso arengamos paridas
y tenemos este humor tan hijoputa,
porque si no dime tu a mí
cómo se aguantan los veintitrés
en esta celda,
en esta España que rezuma desvergüenza,
cómo se aguantan los debates de primates,
del y tú más, pues tú más...
Si no es blasfemando en cada flanco,
en tanta medida como nos dejan,
porque muchas veces pienso cosas
que no puedo escribir
y tengo que reírme yo sola
y la gente se cree que estoy loca.

Una loca que se ríe de cosas
que está prohibido escribir.
Esa es la España que nos calza.

Por eso nos mofamos
ahora que podemos,
y nos declaramos insumisos,
y enarbolamos un
QUE SE JODAN
tan grande que ni les cabe,
y bailamos sobre tumbas,
y vivimos en pecado
según todos los credos,
y nos gusta lo prohibido
e incluso han conseguido
que nos guste lo que somos.

Niñatos soñadores
que inventan fórmulas definitivas,
que cantan todavía insaciables
a pesar de los momentos de lucidez,
a pesar de que luchamos contra un invisible
y la tarea nos quede, probablemente,
demasiado grande.

Algunos todavía no han desertado.
Algunos todavía creen en una idea.

(Todo lo demás es estar muerto.)

domingo, 18 de mayo de 2014

Después del Big Bang

Poetas del mundo:
Sé bien que vosotros habéis naufragado otras islas, 
otros tiempos, otras visiones...
Pero también sé que tuvisteis que huir perseguidos
pòr los mismos fracasos,
por la misma desvergüenza que encorva columnas
y siega voluntades,
por la misma banalidad y brutalidad que nos arrasa,
desde el minuto uno después del Big Bang 
o después del séptimo día,
según el intérprete.
Sé bien todo eso.

Que os excluyeron,
os tomaron por intrusos
y os obligaron a mendigar
un retazo por un verso,
y por un verso la vida.
Un verso que es lo único,
la única prueba de que fuimos grandes,
siempre en tiempo pasado,
pero lo fuimos,
lo fuimos.

Y aún así 
os visteis obligados a agachar la cabeza,
a buscar un trabajo de verdad,
un trabajo de verdad 
y no esa bobería de discurso inocuo,
y no esa palabrería zángana que 
remueve la tierra sembrando
canciones de gallinas que
se rebelan 
contra granjeros,
ni qué gato tres-patas
ni qué cuento chino.

Sé bien que se burlaron, 
que os invitaron a marcharos a la cueva,
que aquí nunca tuvisteis sitio 
ni fue vuestra hora,
que os invitaron a morir en ostracismo
que os citaron en vano e incluso
manipularon vuestras palabras.

Por eso tenéis que venir cuanto antes.

Por eso mismo he venido en persona a reclutaros,
con esta arenga intempestiva que asusta,
y alzo la voz como un puño
y parece que me enfado
(y no me enfado, es que si no nunca me escucháis)

He venido a pediros que os unáis a mí
en la última gesta, la definitiva,
la nunca más,
el verso o la vida,
a invitaros a que os rebeléis contra esta
sinrazón que nos exilia,
a que os neguéis rotundamente 
al lamento improductivo 
o al silencio por el miedo.

Poetas del mundo, 
ha llegado la hora de erguirse
como un tsunami atronador
que barra las calles y surque
las cañerías y los ríos...
dejando tras de sí una prueba,
quizá la última
estela
de esperanza viva.

Ha llegado la hora 
de acabar con la poesía triste y autocompadeciente,
de lamerse las heridas y alimentar rencores,
de consejos vendo, y para mí no tengo.

Tenemos que celebrarnos.
Tenemos que salir de las cavernas
no como gazapos asustados sino 
como los héroes que fuimos.
Porque lo fuimos y el tiempo nos dará la razón.
Y porque donde hubo siempre queda.

Sé que en vosotros queda algo de inocencia,
que todavía, en ocasiones, 
cuando nadie os ve reís como niños
y os sentáis a conversar en el fuego
y os siguen sorprendiendo 
y encandilando
los astros,
y a veces,
incluso,
os habéis sentido
los más dichosos de la tierra.

Es esto lo que hay que contar.

Ha llegado la hora de engendrar 
el más alegre de los cantos
para combatir la retaguardia.
Hay que acabar con el derrotismo 
y el lamento estéril,
con el ombliguismo y el cinismo
despiadado.

Camaradas,
hay que acabar con la poesía triste definitivamente.

Aunque para ello tengáis que matarme.





miércoles, 14 de mayo de 2014

Rebeca de Winter

La Dama de las Nieves,
la Diosa de la Discordia,
la Némesis moderna
y la antigua Lilith,
de todos los cargos electa
por clamor popular,
varias veces condenada a muerte
por el defensor de los derechos humanos
y fugitiva convicta,
se muestra,
quién lo diría,
débil y vulnerable,
dormida como un cachorro
en el regazo,
de nuevo en el anzuelo
de tu cama.

Debes creerte muy listo por eso.

Es como si te viera la cara a escondidas.
Como si, cuando tu te piensas que duermo
no durmiera y te vigilara
desde mis pestañas espesas, inquietas,
con la daga debajo del colchón.

Sin embargo es verdad que duermo.

Yo, la uno con seis,
la más buscada,
la Rebeca de Winter,
la siempre perfecta e incomparable
Rebeca de Winter,
la nunca difunta Rebeca de Winter,
no me acostumbro a dormir
con un ojo abierto
y en noches como esta me abandono
y me descanso en tí...
y te dejo mirar...
y te dejo mirar
e incluso acercarte
como una gacela se acerca confiada
cuando la leona duerme.

Y por eso tú te crees menos gacela
o a mí me crees menos leona
y desafías los límites de la naturaleza
y tientas..
y hurgas...
y juegas a pillar.

¡A mí! A la Sadayako,
a la segunda rueda cuadrada,
a la góndola sin remo y sin Venecia,
a la gárgola sin Démona,
a la enésima gota que colma.

Cuatro veces estratega honorífica
de mi ejército de pájaros,
delegada sindical de los poetas no leídos,
abogada de los nuncas
y alta representante de la escuela cínica,
esta vez a título propio
por el simple hecho
de que están todos muertos.

No es moco de pavo.
Me gusta la ambición y tú tal vez
seas la más ambiciosa
de las gacelas.

Y es verdad que duermo.
Que duermo profundamente
y te dejo hacer y deshacer
entre mis zarpas y tu paz herbívora,
y en cada una de éstas
te hago consorte,
rey de la selva,
y paseas por tus dominios orgulloso
y te muestras complaciente
y en ese vacío legal nos amamos
contra natura,
contra todo pronóstico,
contra toda ley que no sea
la de la jungla.

Y por eso,
por eso tú
te crees menos gacela
y a mí me crees menos leona.