miércoles, 27 de noviembre de 2013

Demasiado para un poeta



De repente: la chica.
Sentada en el borde.
Con las manos temblorosas, con la voz,
con el foco alumbrando como si no lo notara,
con sus montones de papeles y naufragios esparcidos por el suelo...

La camisa blanca, como si fuera inocente.
Los pelos revueltos,
la mirada esquiva frente a esa masa
que tiene pinta de pedir explicaciones.

Luego mira hacia atrás como buscando el impulso,
respira, se yergue sobre sí misma
y se levanta con un gesto desafiante.

"¡Decidle! Decidle a León Felipe que yo también
me sé todos los cuentos.
Que cuatro generaciones después
nos siguen durmiendo los mismos cuentos
y entorpeciendo y atormentando los mismos cuentos.
Y que yo tampoco sé muchas cosas es verdad,
pero con tanto cuento, las pocas se me olvidan
y las que no no me dejan dormir.

La poesía es un arma cargada de miseria
que aniquila al enemigo y al que pulsa el percutor,
que erosiona despacito.

Decidle a Celaya que se explique,
que cuatro generaciones después seguimos sin saber
qué entiende él por futuro.

Y que éste arma ni aprieta ni ahoga.
Y rasca muy bien pero donde no pica.

Decidle, que ahora que nos dejan
decir que somos quien somos,
(y tampoco mucho...)
es porque no somos nadie,
porque vamos a la nada entusiasmados
y en fila de a uno.
Porque somos demasiado poco peligrosos.

Y ya de paso a Unamuno:
Que vencieron y convencieron,
y que convencieron muy bien.

Y que luego vino la paz social
que tanto esperaba,
y la calma se hizo insoportable,
y la gente por consecuencia se hizo
insoportablemente mediocre,
y la vida siguió como siguen las cosas
que no tienen mucho sentido, como decía aquel."

Se toma un respiro, bebe un sorbo de agua y se aclara la voz.
Luego se aparta el pelo de la cara y continúa diciendo:

"¡Y el pobre Neruda!
Supongo que le habrán dicho que ya cayó Stalingrado,
que algo sabrá de este tinglado y estará revolviéndose en su tumba.

Lo cierto es que pudimos escribir versos más tristes
que los suyos en noches de lascivia y Pandemónium,
en noches que no le deseo a nadie porque después de Al Alba
todas vinieron cargadas de buitres callados y oscuros presagios.

El pobre Neruda, el ingenuo Neruda.
Claro que vinieron noches más tristes y versos de hiel,
a ver que se creía, ya era hora de que se enterara.

Pero no le contéis de Stalin, no le pongáis la tele, eso no.
Eso sería demasiado cruel.
Mejor continuar el show como en la peli esa... Good Bye Lenin

Le partiríamos el corazón si descubriera cómo está
el mundo de los vivos,
de cómo la jodimos y fallamos en todo lo que se podía fallar.

Si se enterara jamás volvería a escribir un sólo poema de amor,
y todos los demás vendrían tapiados con metralla y hormigón,
ni una sola azucena, ni una sola.

Y tampoco queremos eso.
Es demasiado para un poeta."








lunes, 18 de noviembre de 2013

Acerca del hembrismo y otros delirios






Yo no soy muy de verdades absolutas, ni de axiomas ni de dogmas inmutables.
Está claro que sé algunas cosas, pero son todas como yo: circunstanciales, coyunturales,
y en el mejor de los casos morirán conmigo, de manera que no puedo ofreceros una respuesta universal y válida ni prometer que no voy a pringarlo todo con mi enfoque, (que algunos tacharán de muchas cosas).


Además esto no es un panfleto, ni una llamada a la oración.
No pretendo convencer a nadie de nada puesto que va dirigido a un grupo reducido y estrictamente hermético: los que ya están convencidos.


Los que saben de dónde vienen, qué lugar ocupan dentro de todo este tinglado y han pensando alguna alternativa que rompa con los engranajes.
Los y las compañeras de lucha. De tú a tú, a pie de calle.


La vieja y la nueva izquierda. La nueva, sobre todo la nueva, mi generación.
Los míos: con los que he salido a pegar carteles, a correr en manifestaciones, a tocar en okupas, a dormir en la universidad y en los parques.
Y las mías: las que siempre o nunca me dan la razón aunque no sepan muy bien de qué hablo.


Son sólo unos apuntes, una aclaración, un “hasta el coño”.


Verán:
Supongo que ustedes, todos ustedes, los míos, todos eruditos y estudiados,
entenderán como legítimo que un colectivo (o sector de la población) que es brutalmente oprimido y represaliado por el Estado, aplique cierta resistencia y/o en el más digno de los casos se subleve contra dicho Estado.


Partimos de esa base y de que la violencia aplicada en ambos casos no es ni siquiera comparable, en tanto que en un caso podríamos considerarlo autodefensa, mientras que en el otro caso se dispone de la violencia legítima, de la impunidad y de todos los medios para acabar con el contrario.
(Esto no lo digo yo, lo dicen muchos autores, hasta el Locke éste que os gusta tanto...)


Bien, siguiendo con el ejemplo que os pongo:
Si aparecen unos activistas prendiendo contenedores, haciendo barricadas y tirando piedras ya sabemos que al día siguiente prácticamente todos los medios de comunicación de esté país, desde los más derechistas hasta los más progres, van a tardar poco en condenar la violencia y hablarnos de terroristas radicales.


Y esto ocurre porque el discurso neoliberal hegemónico,
que sigue creyendo en la igualdad de oportunidades, la mano invisible y todas esas chorradas,
no condena la violencia total y persistente que aplica el Estado contra las clases desfavorecidas pero sí la que aplican unos jóvenes furiosos contra el mobiliario público.
Muy lógico todo, si...


Hasta el momento no estoy contando nada que no sepáis, esto está a la orden del día y seguro que se os ocurren mil ejemplos que lo corroboran.






Sin embargo, si entendemos la cuestión como una relación oprimido – opresor en la que las fuerzas son desiguales y la trasladamos a la perspectiva de género, veremos que las cosas no están tan claras.


CASO B:


Vivimos en una sociedad machista que aplica una violencia y un control constante y total sobre un colectivo que supone aproximadamente la mitad de la población.


Esta violencia queda manifiesta en todos los medios de producción de la cultura (cine, música, literatura, publicidad..), de socialización (familia, escuela, grupos de iguales), y se encuentra implícitamente arraigada en el pensamiento social desde sus formas más sutiles hasta las más agresivas.


Yo, haciendo esta clasificación de manera totalmente personal, entiendo por formas sutiles de violencia machista el acoso callejero, la intimidación, la anulación, la burla, la publicidad sexista,
los consejos paternalistas que te incitan a vivir con miedo, la perpetuación de los tópicos y un largo ect. Estas actitudes son comúnmente denominadas como micromachismos.


La lista de las formas agresivas de violencia desgraciadamente no es más breve.
Éstas pasan por los golpes, las violaciones, las desapariciones, el tráfico sexual o hasta los asesinatos, que sólo en nuestro país ya son más de cincuenta casos en lo que va de año.


Dicho esto, y volviendo a la cuestión inicial, podemos deducir que ante la presión que ejerce la parte opresora (que no son los hombres, sino la propia estructura patriarcal del sistema), la resistencia y la respuesta que ofrece la parte oprimida, las mujeres, es prácticamente inexistente en términos comparados.


Hay organizaciones feministas importantes, está claro. Y hasta dentro de los ámbitos institucionales se está promoviendo una falsa igualdad a golpe de decretazo.


Sin embargo la solidaridad, la comprensión y el apoyo mutuo entre las mujeres es bastante escaso por no hablar de la poca percepción que se tiene del problema.


Además, dentro de los movimientos sociales, colectivos y organizaciones que luchan por cambiar el sistema, tampoco existe una fuerte conciencia feminista que otorgue importancia a la cuestión y pretenda remediar la desigualdad existente entre las relaciones de género.
Es más , los comportamientos machistas se siguen produciendo dentro de su seno y los mismos que reivindican el fin de la explotación y la sumisión de la clase proletaria, en algunos casos, son los opresores de sus propias compañeras.


Llegados a este punto, la conclusión es clara: Lo tenemos jodido.


Los que buscan la igualdad fáctica de oportunidades entre hombres y mujeres, y una forma más limpia, justa y respetuosa para su convivencia, lo tienen jodido.


La cosa está difícil para las (y los) feministas .


(Y si a estas alturas alguien no se ha enterado aún de lo que significa el feminismo que lo busque en la Wikipedia)


Bien, pues a las dificultades a las que se enfrentan ya de entrada, hay que sumarle los reproches y censura de los propios compañeros, el silencio de las instituciones y la pasividad de la sociedad.


En este conflicto, seguimos teniendo una fuerza opresora contra una parte oprimida.
Pero si la parte oprimida muestra cierta resistencia y responde con algo de rotundidad será rápidamente condenada por la opinión pública y tachada de radical, violenta, odia-hombres, hembrista, feminazi y demás delirios.


Además en este caso no sólo son los medios oficiales los que criminalizan y atacan la acción sin tener en cuenta el contexto ni las razones por las que se produjo, si no que se trata de la opinión general: está en la derecha pero también en la izquierda, está en los hombres pero también en las mujeres, en mis propias amigas, en mi círculo de hermanos y ya resulta bastante frustrante.


No pretendo conmover ni estigmatizar a nadie, ya dije al principio que esto sólo es una aclaración.


EL HEMBRISMO NO EXISTE. Punto. No existe.
¡Ala! Ya lo he dicho.


No existe ninguna teoría que pretenda institucionalizar una relación de superioridad de la mujer frente al hombre.
No hay ningún riesgo de violencia fáctica de las mujeres contra los hombres ni ningún plan clandestino de esterilización masiva, tranquilos.
Sólo hay frases sueltas sacadas de contexto y en cualquier caso una respuesta mínimamente agresiva ante la violencia cotidiana que aplica la parte opresora.
El término feminazi ya directamente me hace pendular entre la risa y las ganas de morirme.


Esto, reitero, no es una cuestión de mujeres contra hombres. El machismo también perjudica a los hombres en tanto que de igual modo les dicta unos roles y les obliga a cumplir unas expectativas impuestas.
Por ejemplo el típico tópico de que los hombres no han de llorar, ni mostrar miedo, debilidad u otras actitudes catalogadas públicamente como femeninas o poco varoniles.
No sé, a mí me tocaría los cojones cargar con eso.


Así que, compañeros, todos eruditos y estudiados:


Dejen de hacerle el juego al discurso dominante y dejen de señalar y criminalizar, que parecen ustedes el ABC.


No se pongan a la defensiva.
No hablen de hembrismo, hablen de feminismo.
Pero hablen de FEMINISMO con conocimiento de causa, con libros, con citas y con nombres.


Ya de paso,
dejen de decirnos que protestemos con mesura, en bajito,
guárdense los consejos paternalistas y el “no vayan solas por la noche”.


Estamos dispuestas a correr el riesgo.
Hemos venido para quedarnos.


Y si alguna vez negociamos un mundo nuevo,
queremos café para todos y todas,

que ya van muchos siglos fregando las tazas.

Acuoso



Le veía ir y venir por la habitación
mientras escribía mis historias.
Le miraba de reojo.
Una coma aquí,
un punto allá.


Todo cuidadosamente medido para conmoverle.
Silencio absoluto.
Máxima concentración.


Este adjetivo le gustaría,
esa metáfora no le honra,
qué han de merecer estos poemas.


Luego otro encuentro visual fugazmente.
Dame fuego.
Y me ofrece un azul imposible,
que no hay cielo, ni mar,
ni Da Vinci que pueda pintarlo...


Me quedo de nuevo buscando el término,
hasta qué punto acuoso.
Inventaré la palabra.
Tengo que inventar ese azul.


Antes no era así.
Escribía sin bridas
y sin duros criterios.
Me servía el lenguaje
que ya estaba inventado.


El verde era verde,
el norte en el norte
y el sur en el sur.


Pero un día le leí una historia.
Un día le leí una historia
que lo cambió todo.


Y por eso ahora rebusco
y extraigo el material
con el que escribí ese cuento.
Para darle más y más de eso
en plan Sherezade,
suplicando clemencia
una última noche.


Todo cuidadosamente medido para conmoverle.
No hay demasiado tiempo para el azar.
Mañana tal vez invente ese azul.


Tengo que inventar ese azul.


Los mapas




Malditos sean los mapas, 
las coordenadas, las carreteras
y las vías de la Renfe.


Malditas las unidades de medida:
las horas, los kilómetros, los números.


Malditas sean las comunidades autónomas,
el tendido eléctrico, 
las líneas telefónicas,
las conexiones automáticas 
y la red virtual.


¡Malditos los poetas!
¡Maldito Salinas, maldito Machado!
Y Gustavo
y Federico.


Malditas las tostadas 
con café por las mañanas.


Malditas las canciones
que me arranco, los testigos.


Malditas las camas de uno cuarenta, el alcohol y los planes a la larga.


Malditos los pensamientos impuros,
las ideas lujuriosas y la líbido.


Malditas sean también las comparaciones.
Y los dólares, la ley del suelo
y la burbuja inmobiliaria.


Malditas las parejas de la mano,
malditos los besos sin tapujos,
maldito el camino de vuelta.


Y tus ojos.


Y todas las cosas que me recuerdan que no estás.



A ti no

A ti no te escribo 
porque mis poemas
no son oraciones.


Yo no hablo de mitos
ni dioses paganos.
No canto epopeyas.


A ti no te escribo.


No se esculpe la piedra
con letra de barro.
No hace honor esta jerga
a los héroes eternos.


Ni palabra en que cupiese
la grandeza de tu alma,
y ensuciarla pretendiese
si decido, torpemente,
hacerla verbo.


A ti no te escribo.

Según


Bebo de las fuentes que me encuentro,
Me siento en el suelo.


La ropa me pesa
tres kilos de mierda.


Me meto en las conversaciones ajenas
y pido tabaco a desconocidos.


Preguntando se llega a Roma.


Como poco y rápido como un trámite.
Duermo poco y mal, como un desliz.


No me da miedo volverme a las tantas,
perder el último bus,
arrojarme a las vías.


No tengo serios transtornos.


Según el día que me cojas
más pasota o menos,
cantora o callada,
a veces sí
y a veces no,
según el día.


No obedezco a ningún credo,
ni me he construido 
una férrea moral
con valores ni malos ni buenos.


No hay dogma que me ocupe
más de un día de debate,
ni llanto que no curen 
cuatro horas de lectura.


Por norma general,
me posiciono a favor del acusado,
por norma general también,
me caen mal los abogados,
pero la defensa menos que la fiscalía.


No soy partidaria de medir
a todos con la misma vara.


No me creo una ley inmutable
comprobada científicamente.


Hay malos malísimos
que no merecen morir, como el Joker.


Hay cabrones y cabrones,
algunos me caen bien, como Sabina.


También hay genios pobres,
y poetas condenados al
ostracismo del silencio.


Vedettes en burdeles de a cuarto
y a medio siglo,
pero ya no es la época del destape,
ningún director cutrecillo vendrá
a rescatarlas, no es temporada.


El nuevo milenio 
tiembla bajo mis pies 
y al compás el metro 
los va arrastrando a todos.


A todos.


A veces el temblor es muy fuerte
y me agita, 
y me hace escupir lo aprendido
de esta mala manera.


Otras casi no lo noto
y puedo dormir.


Dormir.


Poco y rápido como un trámite.


Dormir.


A veces sí, 
y a veces no,
según el día.

Esa gente..

¿Saben esa gente odiosa...
que se lee al principio la última página de un libro?

El que te cuenta el final de la peli,
el que se las sabe todas, pero todas todas, 
más por viejo que por diablo.

El que piensa mal y acierta.
El desconfiado a priori,
el "déjame a mí".
El demasiado ocupado haciendo dinero,
el "sálvese quien pueda, te lo dije".

¿Saben esa gente..
esa gente odiosa que lo tiene todo controlado?
Todo planeado al milímetro,
todo pensado por si, por si, ¡Siempre por si!
Siempre ya lo entenderás,
algún día me darás las gracias.

El apabullado, el miedica,
el "que no nos oiga el vecino",
el de la rutina rigurosa,
el poco espontáneo, los llantos pa dentro
y el "Diosito que me quede como estoy".

¿Saben esa gente odiosa?
Esa gente...
Esa gente que no apaga el teléfono,
que no mira a los ojos cuando estrecha la mano,
que te quita las ganas con el "es imposible,
la cosa está chunga, otros ya lo intentaron".

Esa gente, que ríe poco
y duerme poco,
y sueña poco por consiguiente,
que arriesga poco,
que ofrece menos,
que juega sucio..

Pues en eso
nos hemos convertido los adultos.

Margaritas a los cerdos

Mentira, mentira, mentira.
Mentira todos.


Todos aquellos poemas
que les hice a otros.
Todos mentira, erróneos,
palabreo insolente.
Todos falsos.
Reniego de ellos.
No de ellos, sino de mis escritos
que es decir más.


Era como hablarle del sol
a un ciego.
Como dar miel a un burro,
margaritas a los cerdos.
Reniego, reniego.


Hablaba de amor
como si fuera una presencia
y no una ausencia
os podréis imaginar...
Influencia de Rosalía,
Bécquer y Byron para más inri.
Qué desastre.


Palabreo insolente,
oraciones compuestas, magnánimas
metáforas que valían más que ellos.


Elogios gratuitos, cuestionables
pero dulces al oído.
Cantos de sirena.
Cuentos chinos, propaganda.


Alguna promesa y algún
no me iré.
Ciencia ficción, utopía,
cosas de novata.
Todos mentira. Reniego.


Nada que ver con este mutilarse de a cachitos,
con este desangrarse en el costado,
con esta realidad
tan absoluta.


Nada que ver Espronceda con Bukowsky,
esa niña loca y yo,
estos siempres con aquellos.


Nada que ver el método y el fin.
El contenido.
Las noches de agonía de
una palabra mal dispuesta.
Dejaré que me aplaste.
Tomaré nota.


Ahora la inspiración
me sale más cara
pero al menos no reniego.
No borro y escribo,
no mido el discurso.


A veces es bonito
y otras no,
pero es verdad.
Más verdad que nunca.
Más siempre que antes.
Tan verdad que no parece
un poema.


La poesía es un buen albergue
para falsos charlatanes, vendemotos
de farándula y postín.
Embaucadores todos, Cicerones.
Que pasen los ególatras, los vanidosos.
¿Bienvenidos los inseguros, los visionarios!
Todos caben...


A mí a veces me parece
como ofrecer miel a un burro,
margaritas a los cerdos.


Nada que ver
con este mutilarse de a cachitos,
con este desangrarse en el costado,
con esta realidad tan absoluta.


Dejare que me aplaste.
Tomaré nota...


Diagnóstico




No sabría describir bien los síntomas,
es como...


Es como un pellizco que martillea
en los adentros,
que no me deja concentrarme
en las películas,
que me mantiene cansada
pero luego no me deja descansar,
que no me da tregua ni tiempo
para coger aire.


Es como una mezcla efervescente
de ansiedad y nihilismo
que vengo arrastrando
desde que era tonta.


Como una apuesta perdida
desde el principio,
como una fe ciega
de hostias profundas.


Es como el instinto
primitivo e inocente de Pandora,
que se me mete en los ojos
y se me quedan temblando
por ver lo que han visto.


Y me dura un par de días aproximadamente.
Sin comer, sin respirar,
enmudecida.
Hurgando en lo poco de humana
que me quede,
aún resistiéndome a renegar de mi especie,
jugando en el equipo adecuado,
y pagando todavía las deudas de Prometeo.


No hay daños físicos aparentes,
la orquesta está dentro, pase.


¡Vea! ¡Vea!
mire lo que le digo,
inspeccione de donde viene
el pellizco martilleante,
la jaula de grillos,
la jauría de lobos que me aúlla dentro.


He probado de todo.
Medicina natural y alternativa.
Calmantes legales e ilegales.


Y lo único que acaso me consolara levemente,


sea este balbuceo débil e inconforme,
ese poema nunca escrito


la alineación perfecta,
simbiótica,
de las palabras y los silencios


que dé con la tuerca que me faltaba.