Mentira, mentira, mentira.
Mentira todos.
Todos aquellos poemas
que les hice a otros.
Todos mentira, erróneos,
palabreo insolente.
Todos falsos.
Reniego de ellos.
No de ellos, sino de mis escritos
que es decir más.
Era como hablarle del sol
a un ciego.
Como dar miel a un burro,
margaritas a los cerdos.
Reniego, reniego.
Hablaba de amor
como si fuera una presencia
y no una ausencia
os podréis imaginar...
Influencia de Rosalía,
Bécquer y Byron para más inri.
Qué desastre.
Palabreo insolente,
oraciones compuestas, magnánimas
metáforas que valían más que ellos.
Elogios gratuitos, cuestionables
pero dulces al oído.
Cantos de sirena.
Cuentos chinos, propaganda.
Alguna promesa y algún
no me iré.
Ciencia ficción, utopía,
cosas de novata.
Todos mentira. Reniego.
Nada que ver con este mutilarse de a cachitos,
con este desangrarse en el costado,
con esta realidad
tan absoluta.
Nada que ver Espronceda con Bukowsky,
esa niña loca y yo,
estos siempres con aquellos.
Nada que ver el método y el fin.
El contenido.
Las noches de agonía de
una palabra mal dispuesta.
Dejaré que me aplaste.
Tomaré nota.
Ahora la inspiración
me sale más cara
pero al menos no reniego.
No borro y escribo,
no mido el discurso.
A veces es bonito
y otras no,
pero es verdad.
Más verdad que nunca.
Más siempre que antes.
Tan verdad que no parece
un poema.
La poesía es un buen albergue
para falsos charlatanes, vendemotos
de farándula y postín.
Embaucadores todos, Cicerones.
Que pasen los ególatras, los vanidosos.
¿Bienvenidos los inseguros, los visionarios!
Todos caben...
A mí a veces me parece
como ofrecer miel a un burro,
margaritas a los cerdos.
Nada que ver
con este mutilarse de a cachitos,
con este desangrarse en el costado,
con esta realidad tan absoluta.
Dejare que me aplaste.
Tomaré nota...
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