miércoles, 12 de noviembre de 2014

Gnsis II

Ahí mismo,
en ese escenario se gestaron las armas biológicas
y la torre de Babel y otros motines.
Y qué gustito la arrogancia, qué gustito el desafío,
el privilegio de haber inventado el pecado,
era necesario,
era algo que había que inventar.


Moisés bajó con sus tablas
y trajo la ley, y dos minutos,
dos minutos tardaron ellos en traer
la trampa y el estraperlo,
en idear las maneras para esquivar la represalia
que caía con todo su peso
sobre el atentado de la curiosidad.


Sólo Pandora hubiera abierto esa caja
y ella era pandorísima,
y gustaba desatar Troyas e hipogrifos
y albergar batallas en su cuerpo,
y las cicatrices, le gustaban las cicatrices
porque siempre tuvo mala memoria.


Sólo Antígona se hubiera atrevido
a enterrar a ese muerto.
A su propia eutanasia.
Pero ella estaba en todos los entierros,
y todas las misas llevaban su nombre.
En todos los bombardeos estaba
y todas las bombas llevaban su nombre
y las palabras de su boca,
como octavillas desde el avión
arengaban a los civiles
a unirse a la rebeldía.


Allá donde ella, maniobras.
Nunca descanso, nunca paz,
siempre alerta, con un ojo abierto,
el castigo divino no se puede esquivar,
sólo aplazarlo,
contar otra luna, como Sherezade,
apuntarse el tanto,
apuntarse tal vez, otra cicatriz.


Mientras tanto:
Bienvenidos Luciferes,
Magdalenas y bandidos comunes,
fundaremos el club de los perseguidos infames
celebraremos el triunfo de la comuna
seremos el “watchmen” de los desertores.


Seremos la prueba de la mala cabeza,
de esta especie de dictadura anárquica
de todos los delirios de grandeza del hombre
y esta suerte de condición vampírica.


Seremos el bufón y la vergüenza,
el pasto, del que se alimentan las vacas,
que alimentan al sirviente
del pariente del tío que escribe la historia.


Pero solo así seremos libres.


Solo así.
Seremos libres.