Reivindico la contradicción,
reivindico la dualidad,
el café y el opio.
Hubiera sido demasiado
fácil
encomendarme a un dogma.
Reivindico la duda y la mala cabeza,
el doble rasero
ejerzo de abogada del diablo,
no me salen las cuentas
y me las invento.
A favor del cansancio
y del descanso.
A favor de los ciclos naturales
y de la rebeldía ante los ciclos.*
En contra de la moral autoimpuesta,
de la ceguera autoimpuesta
y autocomplaciente.
En contra de la verdad y de la mentira,
en contra de valores absolutos,
a favor de la imaginación
que es un término medio.
A favor de la crueldad de los niños,
del desconcierto,
del limbo.
A dónde vamos a ir,
todos los que como yo,
ahora que el Papa
ha cerrado sus puertas.
Al infierno seguro,
no habrá amnistía
para los herejes.
A favor de lo miserable
y de lo heroico,
del carácter poco práctico
de la condición humana.
A favor de los escombros
y la muerte,
la destrucción y el nacimiento
de nuevas leyes
para incumplirlas.
Reivindico la paz
y la guerra,
la mano dura y la indulgencia,
el fuego, la rueda y la neurociencia,
el vacío y la plenitud,
las recaídas.
Reivindico el miedo
con valentía,
enarbolo banderas
a conveniencia,
me lavo las manos.
A favor del ansia
y de la prisa,
a favor de la impuntualidad,
entiendo la libertad
de otra manera.
En contra de la democracia
y la dictadura, de la anarquía
y el liderazgo, de la organización
y el desorden,
en contra y a favor
de nuestro tiempo.
Reivindico la prudencia
y el libertinaje,
lo salvaje y lo analítico
de la condición humana.
El error y la derrota,
la victoria estratégica,
los principios infranqueables
y la ambigüedad.
Todo eso traigo,
albergo multitudes,
cuántos kilos quieres,
ahora dime tú.
Háblame de tu doctrina
y de la ilegalidad
de mis palabras.
*Versos de Jesús Munárriz, "Manifiesto", en Joven poesía española, Ed. Cátedra, 1987
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