Y entonces Poncio Pilatos se dirigió
a la turba y volvió a preguntar:
"¿A quién queréis que os suelte entonces,
al nazareno o a Barrabás?"
¡A BARRABÁS! ¡A BARRABÁS!
¡QUEREMOS A BARRABÁS!
Y uno de entre ellos
sostenido por otros cuatro:
¡A BARRABÁS!
¡Estamos hartos de hippies cuentacuentos,
de predicar mucho a sabiendas
de que papá va a salvarte,
el templo es del pueblo,
no del Dios de los judíos!
¡Queremos volver a vender en el templo
y escupir a los leprosos!
Queremos volver a la ley del Talión,
a la vida terrestre,
porque nos queda muy lejos
el reino de los cielos.
¡Ya está bien de milongas,
de parábolas, de nuevos testamentos
y de falsos profetas!
¡Queremos a Barrabás!
¡Queremos a Barrabás y a Bárcenas,
a Botín y a Sandro Rey!
Y otro Fariseo desde un extremo
continuaba con el discurso:
¡A Barrabás, si!
Este no es más que un farsante
populista vendehumo embaucador.
¡En qué mundo se ha visto
que haya que perdonar
las deudas a los deudores
y donar las pertenencias
obtenidas honradamente en virtud
y de acuerdo a la palabra de Dios!
¡En qué mundo se ha visto
que haya que perdonar a las rameras
y las fornicadoras y dejarlas que se sienten
en la mesa frente a uno!
¡No es eso lo que dice Yahvé!
Yahvé jamás estuvo
en contra de los ricos,
por más que diga ese bohemio
crecepanes y repartepescados.
¿En qué parte dice que todos los desamparados
tengan que tener un techo?
¿Dónde pone que haya que curar
a los metecos y los forasteros,
a los bandidos y los herejes?
¡Estamos hartos de faranduleros y blasfemos
que toman la palabra de Dios para manipularla!
¡Estamos hartos de manipuladores que predican
el cambio y se inventan la historia!
¡Queremos a Barrabás!
¡Queremos a Barrabás y a Blesa!
¡Y a Sandokán, y a Millet, y a Jesús Gil!
Y mientras unos y otros alimentaban la ira,
la plebe ensordecida seguía gritando
y agitando los puños, hasta que ya casi no se entendía
nada entre el griterío y los aplausos.
Entonces Pilatos alzó las manos
y se hizo el silencio.
Y con un gesto muy sutil de pesadumbre
volvió a preguntar:
"¿Y qué queréis que haga pues
con el rey de los judíos?"
Y como en un acto solemne,
esta vez se oyeron todas las voces
como si fuera una sola,
como si lo hubieran ensayado,
apenas como un suave murmullo
que a coro susurraba:
CRUCIFICADLO.
CRUCIFICADLO.
CRUCIFICADLO.
Entrañable, real y con la misma actualidad de hace 2000 años. Sigue así.
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